6 oct 2021

Festejamos la primavera en el barrio de la mano del circo

 

Luciana colgaba banderines en la plaza del barrio. El sol pegaba fuerte iluminando los edificios rosas y azules resaltando las flores naranjas en los canteros. Mientras alistábamos los preparativos,  Pepiniyo el payaso observaba el espacio y lo recorría.  Vino de Rosario a Boulogne para dar el show. Le preocupaba cómo hacer para enchufar un parlante y atraer al público.

En medio de los periplos por resolver las cuestiones eléctricas, una niña de pelo largo lo reconoce:

- ¿Vos sos Pepiniyo? Mi hija dice que te vió en la costa – preguntó la mamá un tímidamente

Él contesta que sí con una sonrisa y la invitó al show del que nos ocupábamos que pudiera contar con todos lo necesario.

Entones llegó la colaboración de les vecines: eran las 14:40 y no lográbamos resolver el tema de la música. El parlante portátil no funcionaba. La zapatilla no era lo suficientemente larga para llegar de la biblioteca a la plaza. La radio del auto de Pepiniyo tenía una batería limitada. Nos acercamos a la casa de una vecina que no conocíamos y le preguntamos si nos prestaba su electricidad para el show. Una chica joven de sonrisa amplia accedió. La música arrancó y la plaza en donde ya se habían juntado algunas familias se empezó a llenar. Nos pusimos los gorros de colores y empezamos a caminar “¡show de circo. Arranca en 10 minutos!” Pepiniyo bailaba y los chicos miraban ansiosos. Algunos sobre los juegos de la plaza y otros sentados lo más cerca posible del payaso. El calor nos derretía.  Cuarenta personas  llenaban la plaza. Los ojos de todes fijos en el payaso: el circo había llegado al barrio.

Creemos que también ayudó el aviso dado momentos antes durante la entrega de los nuevos fascículos coleccionables. Los recetarios estaban listos sobre la mesa llena de zuquinis y limones. Abajo, las bolsas con harina, azúcar y aceite. Sofía repasaba la lista de familias cuando comentó que algunos no llegarían porque con las nuevas aperturas aprovecharon para festejar cumpleaños pendientes. Fue entonces cuando llegó el momento de hacer  unos mates seguido a una  consigna de: “Acordémonos de sacar foto de las entregas”. Llega la primera familia y el tiempo empezó a acelerarse: llegó la familia  Torres”

-           “¿Vienen al show?” “¿Cómo le está yendo a Santi en el cole?” “¿Salió rica la torta?”

Una pila de preguntas salió. Instantáneas. Como poseídas por una fuerte ansiedad por saber de  ellos. Desde la pandemia en 2020 solo nos reconectamos en estos lapsos mensuales.

-           “A los Arpes hay que darle también el recetario de la Coconoria” “Llevalo con cuidado que van dos huevos sueltos” “Mandale a un beso a Elena” “Lleva este libro para Lolo”, “Nos vemos a en el show”.

Se terminaron las entregas. Era momento de arrimarnos a la plaza…

El sol dando calor y haciendo brillar una arena de relleno por debajo del tobogán, las hamacas o el sube y baja. La presencia de cada familia alrededor dio prueba de lo mucho que se añoraba volver a estar juntes. Volver a presenciar ese compartir de vivencias, de diálogos, de actividades. Y allí estuvimos a pura risa y aplauso con la magia del artista Pepiniyo  que nos llevó de viaje al circo mientras soplaba un globo para que una espada inflada le sacara una  sonrisa a uno de los niños presentes. O cuando desplegó la vuelta vertiginosa en su bicicleta de una rueda con uno de los chicos sobre los hombros. Increíble como la adrenalina se mezcla con el asombro como podría pasarnos con el equilibrista que a cada paso nos mantiene alertas hasta llegar al final para emocionarnos y obligarnos a ponernos de pie con un visceral aplauso.

La primavera es la época del año que parece despertar una energía interna que dan ganas de todo. Así como sucede con el florecer de las flores que aguardan pacientes por esta estación del año. El show de Pepiniyo tuvo el propósito de reunirnos en el festejo de la llegada de la primavera y lo cumplimos. Ver a les niñes atentes, despiertes y expectantes a lo que nuestro artistas circense iba a realizar fue un estirón de labios de oreja a oreja que nos hizo volver a reconectar.

Otras de las hazañas que Pepiniyo desplegó, fue un gran salto acrobático, casi ornamental como aquellos que vemos por la tele realizar a los nadadores al saltar de un trampolín a la pileta. Acá no se trató de un salto al agua sino más bien de un carrera con impulso para luego saltar sobre dos voluntarios del público presente que aguardaban parados en un extremo de la plaza, agarrados de los hombros y Pepiniyo, con ese impulso, llegó a lanzarse sobre ellos en una acrobacia final que para suerte de los hombros de los voluntarios, terminó enseguida. Fue muy divertido para les niñes. Para nosotras también, claro.

Otras de las cosas lindas, que despertó nuestra atención fue ver como desde lejos, en el playón de estacionamiento, ahí donde se ubica el mástil que flamea la bandera Argentina, había un grupo de chicos más adolescentes, disfrutando y alentando con sus palmas el espectáculo del circo. A juzgar por nuestra observación, parecía un grupo de adolescentes preparándose para ir a jugar un partido de fútbol, ya que estaban todos uniformados con la misma vestimenta. El hecho de que se hayan tomado un instante, antes de emprender el viaje al partido, para también ser parte del festejo primaveral, fue un lindo momento también. Algo que de modo tácito nos hizo sentir  contentas de volver a reencontrarnos.